sábado, 17 de julio de 2010

La falta de normativas deja a los socorristas sin autoridad en las playas

Ana De Arriba y Carolina Simó son dos de las socorristas de las playas de Calafell y Cunit.
Fuente y fotografía: Jose M Balsega, Diario de Tarragona
El mar en calma no es sinónimo de tranquilidad. No es sinónimo de nada. Los socorristas siguen velando para que ni un sólo metro de arena o de agua quede sin vigilancia. «Torre de Mas Mel, cúbreme, que me acerco a la orilla a ver qué pasa», se oye por la radio. Pero lo que es un equipo de profesionales (37 socorristas sólo en las playas de Calafell y Cunit, y que llega a 45 entre conductores de ambulancia y personal médico) puede no servir de nada ante la irresponsabilidad de los bañistas que desoyen cualquier recomendación y atentan contra la prudencia.

Bandera verde, aunque hace unas horas Carolina Simó, vigilante de Calafell, ha tenido que pedir ayuda a la Policía Local de Cunit. Un pescador estaba lanzando la caña en un lugar prohibido junto a niños que jugaban en el mar. «Le he dicho que no podía hacerlo y me ha contestado que no era nadie para impedírselo».

Jugarse la vida

Es el problema con el que se encuentran los socorristas. Están ‘vendidos’ ante los irresponsables. La imprudencia de quienes desoyen las recomendaciones de las banderas o de los propios socorristas puede llegar a provocar la actuación de hasta tres personas (piloto, socorrista y sanitario) obligados a jugarse la vida frente a las olas para rescatarlos. Todos tienen historias de desplantes y amenazas de bañistas. Carolina, Ana de Arriba, que controla la playa desde lo alto de la torre, o el coordinador de Cruz Roja en las playas de Calafell y Cunit, Fulgencio Ruiz. «Les dices que salgan del agua, pero no hacen caso. Nos llegan a insultar», explica De Arriba.

37 socorristas, dos quads, dos ambulancias u once torres no sirven de nada si se cometen imprudencias que pueden resultar muy caras. «Cuando se pone una bandera roja es porque hay estudios de corrientes, de vientos, de situaciones que el bañista no percibe pero que son de alto riesgo», explica Ruiz. El problema es la falta de una ordenanza que los ayuntamientos no se atreven a redactar y que determinaría, de una vez por todas, las multas para todos aquellos que cometen imprudencias. Cuando ya impotentes los socorristas deben avisar a la Policía Local, la posible multa es por no hacer caso a la autoridad, pero cuando llegan los agentes los irresponsables suelen salir del agua y pocas veces se cursan esas sanciones.

«Nos encontramos con todo. Quienes te mandan a paseo y siguen con bandera roja y con sus hijos en el mar pese a las olas, o los pescadores que tampoco te hacen caso», explican las socorristas. En algunas ocasiones hasta reciben amenazas.

Medusas

«Ya pueden haber olas de tres metros, bandera roja, que chillemos desde la orilla o que acabemos de sacar a un ahogado. Hay quien sigue sin hacer caso», explica Carolina Simó. Eso sí, ante la mera insinuación de que puede haber una medusa en el agua, entonces los ‘valientes’ salen despavoridos del mar. Banderas rojas, carteles prohibiendo bañarse junto a los espigones de Cunit, donde se forman grandes remolinos y donde cada temporada hay al menos un par de muertes, señales recomendando no lanzarse de cabeza desde los diques del puerto...; Nada parece servir porque cada temporada se repiten las imprudencias y los socorristas siguen siendo el blanco de los insultos de los irresponsables. «¿Y qué vamos a hacer? Seguir vigilando para que no pase nada», señala Fulgencio Ruiz.

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